

Una conjunción de factores conspiró para que, desde sus inicios, Oller Abogados fuera un bufete diferente. Mi papá, con quien empecé en la aventura del Derecho, no solo era abogado sino también empresario; entendía bien los dos lados del negocio.
Tenía un profundo conocimiento de la gente que busca servicios legales y los aspectos adicionales a la asesoría que requerían. Enfocarnos en ese «ir más allá», en esos aspectos que complementan lo legal, es lo que hacemos hoy.
Soy Pedro Oller y fundé esta oficina en el año 2000, convencido de que el siguiente paso a la apertura era rodearme de gente capaz y con deseos de compartir mi filosofía: Oller Abogados debía ser un equipo que camina, piensa y actúa como un solo engranaje, que brinda una respuesta certera y oportuna.
Así trabajamos en la actualidad y tenemos una alta retención de clientes -de la que podemos ufanarnos- que lo evidencia.
Nuestros secretos no son muchos. Todos los miembros de esta empresa confiamos en que crecemos juntos, con jerarquías diluidas y cada vez más socios. Nuestros clientes son nuestros amigos y así los tratamos en Oller Abogados.
Mis clientes, mis amigos, leen y discuten conmigo las columnas que escribo en el diario La República, comparto con ellos algunas de las recetas que enriquecen mi pasión por la cocina -heredada de mis abuelos- y con no pocos hablo de fútbol, mi gran afición.
Procuro ser siempre el mismo Pedro pero, al salir de la oficina, soy ante todo el papá de tres hijos, el esposo abnegado y el hijo cariñoso. Después de eso, soy el que ha encontrado en Internet uno de sus grandes aliados para informarse, distraerse y participar en discusiones interesantes, de esas que han cambiado los paradigmas de la comunicación.